Dominio sutil

En un diminuto garaje de estacionamiento subterráneo, una secretaria de 40 años se mantuvo inmóvil, su largo pelo rubio cayendo por la espalda como una cascada de seda. El aire estaba espeso con tensión mientras se enfrentaba al hombre que había tomado el control. Con sus brazos mantenidos firmes detrás de su espalda y su pie hacia abajo, sintió el peso de su dominio presionando contra ella. Su cara perfecta, enmarcada por perlas, reflejaba una mezcla de miedo y determinación. Al apretar su pelo despiadadamente, podía sentir su naturaleza agresiva subiendo. A pesar de sus luchas, la forzó a un duro y apasionado encuentro que le dejó sin aliento.